"El Infierno es vivir cada día sin saber la razón de tu existencia." - Sin City

lunes, 22 de octubre de 2012

Recuerdos en los rostros


Es curioso como Camila ve a la gente. Mas que nada, como los reconoce al saludarlos. Son conjuntos de recuerdos que llegan a su cabeza al ver sus caras. Y así, Daniel es: aquella primera persona que la saludó en los primeros días de la facultad; las reuniones de estudios y trabajos prácticos; los festejos o insultos post-examen; las risas en los intervalos. Mariana se fue convirtiendo en: ese “hola ¿querés ser mi amiga?” de hace 20 años en la vereda de la casa; los cines de los fines de semanas; las vacaciones junto a alguna de sus familias; las borracheras post-rupturas; los abrazos interminables después de un largo tiempo sin verse. Mercedes apenas es: esas señas detrás de los ridículos regaños del jefe;  los almuerzos delirantes dentro de la estructurada rutina; los comentarios sarcásticos por lo bajo. Y Alejandro… Alejandro es: ese amigo que ya no lo es; aquel primer beso entre tímido y robado; ese que se queda dormido preparándole mates a la madrugada mientras ella estudia para el examen; las noches de lujuria; las cenas románticas; los grandes gestos; los pequeños detalles; esos abrazos sin razón; y los besos que la toman desprevenida. Por eso a Camila le encanta tanto saludar a sus conocidos. Disfruta de cada uno de esos recuerdos que le vienen en el instante previo al saludo.

domingo, 14 de octubre de 2012

Esas Pequeñas Cosas



Ricardo camina por la calle, distraído, con la mirada en el piso. Y en su andar se encuentra con una birome común, que levanta del suelo y guarda en su bolsillo. Ricardo sigue caminando, con una nueva birome en el bolsillo, pero no sabe que esa birome cayó de la mochila de Ernesto, que corría desesperado hacia un importante examen, donde conoció a Adriana al pedirle prestada una lapicera, con quien se casara Ernesto en el futuro. Y a él ni se le ocurriría pensar que esa lapicera que Adriana le prestó, es la que usó para firmar el préstamo de su primer departamento (por el que trabajó muy duro), mientras Rubén, el escribano de la inmobiliaria, miraba preocupado su celular. Adriana creía que Rubén solo estaba apurado por terminar otro rutinario papeleo. Pero no imaginaba que desde ese mismo celular, ese mismo día, minutos después de despedirse de ella, Rubén recibiría la noticia de que la operación de su pequeña hija había salido bien, mientras Miguel, otro cliente, le entregaba las llaves del departamento vendido. Esas llaves que fueron lo último que Mirtha, su mujer, le revoleo a Miguel cuando descubrió que la engañaba con Ángeles, su secretaria. Es extraño que Mirtha lo haya descubierto por un corpiño de Ángeles que encontró. Corpiño que era parte del conjunto que Ricardo le compró para su luna de miel. Y pensar que la bombacha de ese conjunto es lo último que Ángeles se llevó hoy al decirle que lo dejaba por Miguel, antes de irse y que Ricardo saliera a caminar por la calle, distraído, con la mirada en el piso y que en su andar se encuentre con una birome común.