Empezó con su trabajo. No más innovaciones no reconocidas. No más creatividad eficiente para mejorar en sus actividades. ¿Para que? Si con ser funcional alcanzaba. Lo reconocieran o no, a fin de mes le pagaban. No importaba su desempeño en el trabajo, solo su cumplimiento. Y que acate las órdenes. Así fue que se calló sus ideas y opiniones, y solo se dedico a cumplir con lo mínimo. ¿Qué importancia podía tener ese lugar para él, mas que el sustento monetario de su vida? Luego fue su familia. Hacia rato extrañaba visitar a sus padres, tanto como extrañaba visitar a sus hijos, o que lo visiten. Pero no decía nada, no quería incomodar a unos u otros. Podían estar ocupados. No quería comprometerlos. Si no sabía de ellos, por algo era. Lo mismo que sus amigos. Poco sabía de ellos, pero era entendible, a pesar de los momentos vividos juntos, nunca opinaban lo mismo. ¿Para que iban a llamarlo a él que vivía diferente a ellos, que pensaba diferente? Preferible era conservar una amistad a distancia que perderla por una discusión. Aunque en sus últimos encuentros, el se mantenía callado y a raya para no llegar a semejante final. ¿Para que discutir? Mejor disfrutar de la conversación de los demás. Igual que disfruta de lo que le cuenta su mujer. O le contaba. Últimamente ella anda muy callada. Él no sabe porque, si siempre fue un gran escucha. Al principio opinaba y sugería. Con el tiempo, debido a las discusiones, se dedicó a solo escuchar. Y así, pasó su vida callado, expresándose lo mas mínimo, nada personal, “sis” y “nos”, ninguna opinión. Así, poco a poco, se convirtió en un robot, que acata y escucha. Un robot sin sentimientos. Así, un día, de la nada, lo encontraron desactivado. Se le habría acabado la batería. Su mujer intento reconectarlo, pero el llanto no era para nada su fuente de energía. Estaba claro eso, no alcanzó la pequeña carga de su mujer, ni la fuente de energía en base a lágrimas y tristeza que luego intentaron formar sus amigos empalmados en abrazos. Ni siquiera las resistencias y transistores que formaban sus compañeros de trabajo, soldados a su nuevo empaque. Ese empaque, que luego de gastar todas sus energías en ese robot obsoleto, sus seres antes queridos archivaron en el depósito a donde vamos a parar todos cuando se nos agota la garantía y llegamos a la fecha de caducidad.
"El Infierno es vivir cada día sin saber la razón de tu existencia." - Sin City
lunes, 29 de julio de 2013
El Robot
Empezó con su trabajo. No más innovaciones no reconocidas. No más creatividad eficiente para mejorar en sus actividades. ¿Para que? Si con ser funcional alcanzaba. Lo reconocieran o no, a fin de mes le pagaban. No importaba su desempeño en el trabajo, solo su cumplimiento. Y que acate las órdenes. Así fue que se calló sus ideas y opiniones, y solo se dedico a cumplir con lo mínimo. ¿Qué importancia podía tener ese lugar para él, mas que el sustento monetario de su vida? Luego fue su familia. Hacia rato extrañaba visitar a sus padres, tanto como extrañaba visitar a sus hijos, o que lo visiten. Pero no decía nada, no quería incomodar a unos u otros. Podían estar ocupados. No quería comprometerlos. Si no sabía de ellos, por algo era. Lo mismo que sus amigos. Poco sabía de ellos, pero era entendible, a pesar de los momentos vividos juntos, nunca opinaban lo mismo. ¿Para que iban a llamarlo a él que vivía diferente a ellos, que pensaba diferente? Preferible era conservar una amistad a distancia que perderla por una discusión. Aunque en sus últimos encuentros, el se mantenía callado y a raya para no llegar a semejante final. ¿Para que discutir? Mejor disfrutar de la conversación de los demás. Igual que disfruta de lo que le cuenta su mujer. O le contaba. Últimamente ella anda muy callada. Él no sabe porque, si siempre fue un gran escucha. Al principio opinaba y sugería. Con el tiempo, debido a las discusiones, se dedicó a solo escuchar. Y así, pasó su vida callado, expresándose lo mas mínimo, nada personal, “sis” y “nos”, ninguna opinión. Así, poco a poco, se convirtió en un robot, que acata y escucha. Un robot sin sentimientos. Así, un día, de la nada, lo encontraron desactivado. Se le habría acabado la batería. Su mujer intento reconectarlo, pero el llanto no era para nada su fuente de energía. Estaba claro eso, no alcanzó la pequeña carga de su mujer, ni la fuente de energía en base a lágrimas y tristeza que luego intentaron formar sus amigos empalmados en abrazos. Ni siquiera las resistencias y transistores que formaban sus compañeros de trabajo, soldados a su nuevo empaque. Ese empaque, que luego de gastar todas sus energías en ese robot obsoleto, sus seres antes queridos archivaron en el depósito a donde vamos a parar todos cuando se nos agota la garantía y llegamos a la fecha de caducidad.
martes, 23 de julio de 2013
Idiota
Hay
que reconocerle algo a Juanjo: Tiene pelotas. Ahí parado, a casi 100 metros de
altura. Es un deportista nato. De chico quiso ser nadador. Con el paso del
tiempo trató de ser futbolista. Luego vino la fiebre del básquet. El tenis no
pasó desapercibido por su vida. El volley fue un amor pasajero. Es irónico, lo
ultimo que intento antes de esto fueron los 100 metros llanos. ¿Será que
prefiere intentarlo de manera horizontal? Tiene una ventaja: la gravedad. Ojo.
El equipo es el mismo: Solo la ropa que lleva puesta, nada de arneses, nada de
trampas. Ahora, reconociéndole las pelotas que tiene ahora, mientras da el
primer salto y luego el segundo final, cabría destacar que esas mismas pelotas
valdrían mucho mas si las hubiera tenido para decidir seguir adelante en alguna
de esas disciplinas. Si hubiera decidido triunfar cueste lo que cueste. Si no
se hubiera rendido ante el primer obstáculo. De haber sido así, Juanjo no
estaría en un movimiento rectilíneo uniformemente acelerado de carrera al piso,
con la única meta. Y que, aunque no sea su mayor logro, hay que reconocérselo
como el primero. Lastima que también sea el último, porque el propósito de su
horizontal carrera es el suicidio. Felicidades Juanjo, conseguiste concretar
una decisión importante en tu vida: ser un idiota cobarde y suicida.
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