"El Infierno es vivir cada día sin saber la razón de tu existencia." - Sin City

viernes, 11 de julio de 2014

La Gacela


Texto Inspirado en una de las performances del JAM del 03/06/2014 en Vintage’s Bar. Foto de Cohoba Fotografía

La gacela despierta de su sueño en el que deseó ser humana, convertida en tal. Tras la confusión primaria, se adapta a su nueva forma. Con actitud violenta, amenaza todo a su alrededor, pues así ve al humano que arrasa con su hogar a su paso. Tanto ha deseado comprender al ser que no habla el lenguaje de la madre naturaleza que de su original forma solo conserva sus bellas astas y su pelaje cual ropaje.

Con su naturaleza cauta, atraviesa el bosque, sigilosa, cuidándose del encuentro con depredadores, en busca del habitad del hombre. Tal vez allí encuentre respuestas. Tal vez el hombre este extinguiéndose y necesite recrear su habitad para sobrevivir. Muchas especies lo hacen. Pero ¿Por qué emite esos ruidos tan inteligibles? ¿Por qué oculta su piel bajo extraños ropajes? Y si se extingue ¿Qué lo causa? ¿Habrá algo peor que el ser humano? A la orilla del bosque, a la orilla de la carretera, da un último vistazo a su hogar antes de alejarse. Desde allí arriba, la vista es triste, medio bosque fue arrasado. La imagen de las bases de los árboles talados le taladran el alma. Aun quedan vestigios del paso del bípedo animal: Esos monstruos de metal que destruyeron la mitad de su habitad y los pilares de roca plantados por el hombre. Antes de soltar una lagrima cruza la valla del camino pavimentado que separa ambos mundos.

Al llegar a la colina al borde del pueblo mas cercano, se queda observando como la noche lo envuelve en sus sombras, esperando poder ocultarse entre estas y así investigar sin ser descubierta. De golpe, las luces artificiales de la ciudad encienden, tomándola desprevenida y mientras se internaba en la oscuridad que ya no la protege. El resplandor la ciega momentáneamente y cubre su rostro con sus inexpertas manos. Una vieja camioneta pasa junto a ella a toda velocidad, sin siquiera notarla. El viento que deja el vehículo, le vuela los cabellos sobre la cara, que se enreda con los dedos que aun no sabe manejar. El susto la hace tropezar y rueda colina abajo, asustada.

Al frenar la caída, se levanta torpemente, avanza unos pasos y la primer visión cercana de la ciudad es más terrorífica de lo que hubiera podido imaginar jamás: los integrantes ausentados de su manada  yacen muertos en la parte trasera de la camioneta estacionada que la derribó. Su vista se aleja de sus parientes y amigos solo cuando ve al conductor barbudo de sombrero, jeans y camisa cuadrille bajar de la cabina. El terror en sus ojos aumenta al ver el rifle con el que perdieron la vida sus compañeros del bosque. La ira brota en su interior y se pone en posición de ataque, olvidando que ya no es una gacela. Ataca al asesino de sus camaradas con sus astas directo en el estomago. Al caer por el rebote, recuerda su nueva forma. El hombre se recompone e, instintivamente, prepara el rifle antes de reconocer a su agresor. Carga el arma y apunta. Con el ojo en la mira ve a una mujer salvaje, con astas, tierra y hojas en la cabeza y una grácil belleza, que lo mira con miedo.

El hombre, atontado por la belleza de su agresora, se queda atónito mirándola. Aun cuando ella se levanta no puede dejar de admirar su belleza. La mujer se pone en pie lentamente, analizando la reacción de su adversario, pero este parece petrificado. Vuelve a ponerse en posición de ataque, esta vez recordando su nueva forma y sin olvidar vieja naturaleza. El hombre por fin reacciona y prepara su dedo en el gatillo. Prefiere no tener que dispararle a una mujer y menos siendo tan hermosa. La mujer salvaje arremete contra él con toda su fuerza, aprovechando su nuevo cuerpo y su vieja experiencia. El hombre gatilla. El cuerpo sin vida de la mujer golpea al hombre que, al caer golpea su cabeza contra su camioneta y pierde la vida al instante.

Por la mañana encontrarán el cuerpo del gobernador del pueblo bajo el de una gacela desangrada.

jueves, 10 de julio de 2014

Paraíso Infernal

Texto Inspirado en una de las performances del JAM del 03/06/2014 en Vintage’s Bar. Foto de Cohoba Fotografía

Dos ángeles en ritual, juzgados por su amor prohibido. Ritual macabro en el que uno es obligado a coronar al otro con espinas mientras este sostiene entre sus manos la pluma de la flecha con la que deberá atravesar el corazón de su amor.

La pluma es arrojada al suelo con rebeldía. No lastimará a su ser amado. Que lo atraviesen con la misma flecha. No sobrevivirá la vida sin su amor. Este ritual no los condenará. La corona cae bruscamente de las manos del ángel que se arroja a los pies de su amante, suplicándole que siga el ritual y salve su vida, solo uno debe morir hoy. El ángel rebelde recoge la corona de espinas, la alza en el aire y la parte en dos, rasgando sus manos.

Una pluma afilada aparece mágicamente en la mano del ángel rebelado y lo fuerza contra su voluntad a apuñalar a su amor arrodillado a sus pies. La pluma baja lentamente pero con fuerza, ambos ángeles miran aterrados el movimiento de la mano controlada. El amor le gana al hechizo. El ángel clava la pluma en su otro brazo y baña la punta de la pluma en su sangre.

Roto el hechizo en uno, uno nuevo recae en el otro. La aguja de la nada contaminada con la sustancia inexistente amenaza borrar pasado, presente y futuro del ángel arrodillado.

El ángel rebelde, con la pluma ensangrentada, tatúa en su amado, las palabras prohibidas que lo salvan de la inyección mortal.

Libre de su hechizo, mientras su amado continúa tatuándole el hechizo que los liberará de este paraíso infernal, se arranca las alas de la condena.

Una vez en la tierra, desprovisto de su inmortalidad, el ángel tatuado aguarda por su amante rebelde, pero este nunca llega. Pasan los días, semanas y meses y su amado no aparece. Atormentado, con la pluma de un poeta muerto de amor, se tatúa por todo el cuerpo el nombre de su amor perdido, esperando así invocarlo.

Años mas tarde, una iglesia se edifica sin notarlo, sobre un esqueleto alado de huesos tatuados que yace en posición fetal bajo tierra.