Se
va oxidando la chispa, y alrededor del oxido y la corrosión se va formando una
capa de frío metal. Se va nublando la visión, se pierde el detalle de lo
cercano, solo formas lejanas se logran ver. La computadora pensante comienza a
fallar, sobrecargándose de funciones, intentando reemplazar las del arruinado
motor principal. Todo pierde rendimiento. Cuando dejamos que los sueños
comiencen a apagarse, todo se apaga con ellos. Lo importante pierde sentido. Lo
“sin sentido” cobra importancia. El espejo no nos reconoce, y nuestro entorno
tampoco. Y si tenemos suerte, algún día volveremos a despertar de este hechizo
de brujería social, miraremos a través de los agujeros del tiempo y querremos
recuperar todo aquello que dejamos ir, pero los agujeros del tiempo solo son
vitrinas de enseñanza con las cuales no podemos interactuar. Los reproduciremos
una y otra vez, y de la somnolencia pasaremos al resentimiento por el pasado,
las malas acciones y las estupidas decisiones. El ancla no nos devolverá atrás,
pero no nos dejará avanzar. Otra vez el cuerpo seguirá su camino a través de
los senderos del tiempo, mientras el alma se queda estancada en el peaje del
aprendizaje por no querer pagar con entendimiento y aceptación. No te duermas
nunca. No te apagues ni por un segundo. Nunca dejes de moverte. Nunca descanses
de tus sueños. Mantén la mente activa y pensando. Siente. Todo. Desde la
tristeza desgarrante a la rebosante felicidad. Del iracundo odio al
desinteresado amor. No pierdas lo que realmente vale, a quienes realmente
valen. No cambies nada de eso por convenciones sociales. Por equivocadas ideas
de los demás. ¿Cuántas de sus sonrisas son reales? No cambies vos.
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Buscá un sueño.
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Soñalo con fuerza.
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Imaginá cumplirlo.
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Dejá de imaginar.
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Comenzá a accionar.
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Un paso primero.
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Luego otro.
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Soltá el miedo.
Apaga
las voces de las negatividades y los “no puedo”. Todo es posible, todo se
puede, cuando de verdad se quiere. Cuando uno se quiere. Hay una energía en tu
pecho en este mismo momento mientras lees esto. Reconocela. Amigate con ella.
Recordala. Recordá cada vez que te visitó. Recreá esos momentos. Y este. Mantenela
viva cada segundo de tu vida porque, si esa llama se apaga, corres el riesgo de
apagarte, para siempre. Que nada ni nadie te apague y buscá eso que siempre
quisiste: Ser feliz. Es tu derecho y obligación.